En este bellísimo retrato de Pedro Coñocar de Calbuco
consiguió atrapar una mirada que simboliza a todos los trabajadores rurales de
las estancias de la Patagonia.
Hombres con las manos partidas a causa del duro trabajo en
el campo y el rostro curtido y quemado por el frío viento fueguino, siempre a
la intemperie, pensando en la familia que quedó en Chiloé, en otras partes de
Chile o en el norte de Argentina.
Durante un siglo, con su duro trabajo y sus terribles
condiciones laborales, estos hombres contribuyeron a que un puñado de
terratenientes se hicieran inmensamente ricos a su costa.
La familia Braun-Menéndez llegó a poseer cuatro millones de
hectáreas mientras que sus jornaleros ni siquiera tenían derecho a una pensión
de jubilación cuando el cuerpo ya no daba para trabajar más. A pesar de que no
figuran en los libros de historia, ellos hicieron grande la Patagonia. Con la
dignidad intacta.